viernes, 8 de marzo de 2013

Redemption

Cuaderno de bitácora: La mar es un amante exigente e inestable. Jamás dejaremos nuestra "patria", mas no es fácil mantenerse impasible ante los infortunios que nos rodean.

El pasado día 5 llegaba la noticia de la muerte de Chávez. El suceso, como era de esperar, no podía dejar indiferente a nadie. Es un tema delicado y pocos se aventuraban a predecir el futuro de una nación que ha perdido a un líder único. Chávez, el demonio para unos, el salvador para otros. Lo cierto es que mucha gente le quería. Tanta como la que le odiaba. Hemos visto las lágrimas de los que le lloraban como si de un padre se tratase, y las redes sociales se han encargado de difundir los mensajes de celebración ante la muerte del líder venezolano. Líder que desde aquí se ha demonizado, pero del que no podemos obviar que también llevó a cabo actos como el, prácticamente, regalo del crudo venezolano a Cuba y las buenas relaciones con el resto de líderes sudamericanos en busca de unidad del continente frente a los abusos de EE.UU. No pretendo yo ensalzar su figura a estas alturas, pero no estaría de más dar eco a lo que, en ocasiones, eludimos.

Pero ahora la situación se complica. Chávez no era solo un presidente, era un símbolo. La conocida como revolución bolivariana era él. En Chávez confluían los distintas corrientes de esa revolución y era un catalizador que mantenía en orden las luchas de poder de su gente. Ahora que ya no está, el futuro de esta revolución se plantea incierto. Por supuesto, la conmoción ante el suceso da unidad al PSUV -Partido Socialista Unido de Venezuela-, y parece clara una continuidad, al menos temporal, del espíritu chavista.

Sin embargo, se plantean cuestiones complicadas. Por un lado, en manos de quién queda el gobierno provisional; y por otro, las próximas elecciones. La primera cuestión se está resolviendo hoy. Maduro -"El elegido"-, releva a Chávez como presidente de Venezuela hasta la celebración de los comicios. La condición de elegido por el difunto líder da una gran ventaja a Maduro de cara al pueblo venezolano -al menos, de cara al pueblo fiel a la revolución bolivariana-.

No obstante, es destacable un asunto que es obviado. La constitución venezolana, que el mismo Chávez adoptó, contempla en su artículo 223 que debe ser el Presidente de la Asamblea Nacional quien asuma la presidencia del país. Si hubiese tenido lugar la toma de posesión por parte de Chávez no habría problema en que Maduro le relevase -pues también viene previsto en el mismo artículo- pero ese acto no tuvo lugar. Por tanto, se podría decir que la Carta Magna se la están pasando por dónde no puedo decir. Resaltar también que el artículo 229 prevé que Maduro debe renunciar a su cargo de vicepresidente si quiere participar como candidato en las elecciones. Veremos qué sucede.

La otra cuestión, los comicios venideros. Según el texto constitucional tienen 30 días para convocarlos, y un máximo de 90 para celebrarlos. Todo apunta a que serán en mayo. Pero, ¿qué sucederá? Más allá de los análisis que los medios están haciendo, he podido hablar con gente de todos los palos, y parece que, sobre toda incertidumbre y miedo al qué vendrá, se eleva una idea clara: Maduro gobernará. Es "el elegido" y representa la dirección que el chavismo debe seguir. Por ahora, la unidad persiste. Además las corrientes antichavistas prefieren evitar el derramamiento de sangre. La paz es el valor que defienden ambos bandos -aunque Maduro no ha tardado nada en echar mano al ejército-.

De manera que parece que la esperanza del antichavismo reside en la división de sus contrarios cuando el luto por Chávez pase. Confían en que, sin su líder, el chavismo pierda fuerza. Que los conflictos internos del partido acaben por fracturar la unidad que les da el poder. Quizá ahora que falta Chávez, la oposición pueda centrarse en criticar la política del Gobierno y no sólo la figura del presidente. En la otra cara de la moneda, el PSUV y sus votantes persiguen continuar con su revolución, mantenerse en el poder y persistir como fuerza mayoritaria en Venezuela. Así pues, parece que habrá que esperar, ya no a las elecciones, si no a la evolución de las "dos Venezuelas".

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